18/12/08

El Ruido de un Trueno


El Ruido de u Trueno

Ray Bradbury


El anuncio en la pared parecía temblar bajo una móvil película de agua caliente. Eckels sintió que parpadeaba, y el anuncio ardió en la momentánea oscuridad:


SAFARI EN EL TIEMPO S.A. SAFARIS A CUALQUIER AÑO DEL PASADO. USTED ELIGE EL ANIMAL NOSOTROS LO LLEVAMOS ALLÍ, USTED LO MATA.


Una flema tibia se le formó en la garganta a Eckels. Tragó saliva empujando hacia abajo la flema. Los músculos alrededor de la boca formaron una sonrisa, mientras alzaba lentamente la mano, y la mano se movió con un cheque de diez mil dólares ante el hombre del escritorio.
-¿Este safari garantiza que yo regrese vivo?
-No garantizamos nada -dijo el oficial-, excepto los dinosaurios. -Se volvió-. Este es el señor Travis, su guía safari en el pasado. Él le dirá a qué debe disparar y en qué momento. Si usted desobedece sus instrucciones, hay una multa de otros diez mil dólares, además de una posible acción del gobierno, a la vuelta.
Eckels miró en el otro extremo de la vasta oficina la confusa maraña zumbante de cables y cajas de acero, y el aura ya anaranjada, ya plateada, ya azul. Era como el sonido de una gigantesca hoguera donde ardía el tiempo, todos los años y todos los calendarios de pergamino, todas las horas apiladas en llamas. El roce de una mano, y este fuego se volvería maravillosamente, y en un instante, sobre sí mismo. Eckels recordó las palabras de los anuncios en la carta. De las brasas y cenizas, del polvo y los carbones, como doradas salamandras, saltarán los viejos años, los verdes años; rosas endulzarán el aire, las canas se volverán negro ébano, las arrugas desaparecerán. Todo regresará volando a la semilla, huirá de la muerte, retornará a sus principios; los soles se elevarán en los cielos occidentales y se pondrán en orientes gloriosos, las lunas se devorarán al revés a sí mismas, todas las cosas se meterán unas en otras como cajas chinas, los conejos entrarán en los sombreros, todo volverá a la fresca muerte, la muerte en la semilla, la muerte verde, al tiempo anterior al comienzo. Bastará el roce de una mano, el más leve roce de una mano.
-¡Infierno y condenación! -murmuró Eckels con la luz de la máquina en el rostro delgado-. Una verdadera máquina del tiempo. -Sacudió la cabeza-. Lo hace pensar a uno. Si la elección hubiera ido mal ayer, yo quizá estaría aquí huyendo de los resultados. Gracias a Dios ganó Keith. Será un buen presidente.
-Sí -dijo el hombre detrás del escritorio-. Tenemos suerte. Si Deutscher hubiese ganado, tendríamos la peor de las dictaduras. Es el antitodo, militarista, anticristo, antihumano, antintelectual. La gente nos llamó, ya sabe usted, bromeando, pero no enteramente. Decían que si Deutscher era presidente, querían ir a vivir a 1492. Por supuesto, no nos ocupamos de organizar evasiones, sino safaris. De todos modos, el presidente es Keith. Ahora su única preocupación es...
Eckels terminó la frase:
-Matar mi dinosaurio.
-Un Tyrannosaurus rex. El lagarto del Trueno, el más terrible monstruo de la historia. Firme este permiso. Si le pasa algo, no somos responsables. Estos dinosaurios son voraces.
Eckels enrojeció, enojado.
-¿Trata de asustarme?
-Francamente, sí. No queremos que vaya nadie que sienta pánico al primer tiro. El año pasado murieron seis jefes de safari y una docena de cazadores. Vamos a darle a usted la más extraordinaria emoción que un cazador pueda pretender. Lo enviaremos sesenta millones de años atrás para que disfrute de la mayor y más emocionante cacería de todos los tiempos. Su cheque está todavía aquí. Rómpalo.
El señor Eckels miró el cheque largo rato. Se le retorcían los dedos.
-Buena suerte -dijo el hombre detrás del mostrador-. El señor Travis está a su disposición.
Cruzaron el salón silenciosamente, llevando los fusiles, hacia la Máquina, hacia el metal plateado y la luz rugiente.
Primero un día y luego una noche y luego un día y luego una noche, y luego día-noche-día-noche-día. Una semana, un mes, un año, ¡una década! 2055, 2019, ¡1999! ¡1957! ¡Desaparecieron! La Máquina rugió. Se pusieron los cascos de oxígeno y probaron los intercomunicadores. Eckels se balanceaba en el asiento almohadillado, con el rostro pálido y duro. Sintió un temblor en los brazos y bajó los ojos y vio que sus manos apretaban el fusil. Había otros cuatro hombres en esa máquina. Travis, el jefe del safari, su asistente, Lesperance, y dos otros cazadores, Billings y Kramer. Se miraron unos a otros y los años llamearon alrededor.
-¿Estos fusiles pueden matar a un dinosaurio de un tiro? -se oyó decir a Eckels.
-Si da usted en el sitio preciso -dijo Travis por la radio del casco-. Algunos dinosaurios tienen dos cerebros, uno en la cabeza, otro en la columna espinal. No les tiraremos a éstos, y tendremos más probabilidades. Aciérteles con los dos primeros tiros a los ojos, si puede, cegándolo, y luego dispare al cerebro.
La máquina aulló. El tiempo era una película que corría hacia atrás. Pasaron soles, y luego diez millones de lunas.
-Dios santo -dijo Eckels-. Los cazadores de todos los tiempos nos envidiarían hoy. África al lado de esto parece Illinois.
El sol se detuvo en el cielo.
La niebla que había envuelto la Máquina se desvaneció. Se encontraban en los viejos tiempos, tiempos muy viejos en verdad, tres cazadores y dos jefes de safari con sus metálicos rifles azules en las rodillas.
-Cristo no ha nacido aún -dijo Travis-. Moisés no ha subido a la montaña a hablar con Dios. Las pirámides están todavía en la tierra, esperando. Recuerde que Alejandro, Julio César, Napoleón, Hitler... no han existido.
Los hombres asintieron con movimientos de cabeza.
-Eso -señaló el señor Travis- es la jungla de sesenta millones dos mil cincuenta y cinco años antes del presidente Keith.
Mostró un sendero de metal que se perdía en la vegetación salvaje, sobre pantanos humeantes, entre palmeras y helechos gigantescos.
-Y eso -dijo- es el Sendero, instalado por Safari en el Tiempo para su provecho. Flota a diez centímetros del suelo. No toca ni siquiera una brizna, una flor o un árbol. Es de un metal antigravitatorio. El propósito del Sendero es impedir que toque usted este mundo del pasado de algún modo. No se salga del Sendero. Repito. No se salga de él. ¡Por ningún motivo! Si se cae del Sendero hay una multa. Y no tire contra ningún animal que nosotros no aprobemos.
-¿Por qué? -preguntó Eckels. Estaban en la antigua selva. Unos pájaros lejanos gritaban en el viento, y había un olor de alquitrán y viejo mar salado, hierbas húmedas y flores de color de sangre.
-No queremos cambiar el futuro. Este mundo del pasado no es el nuestro. Al gobierno no le gusta que estemos aquí. Tenemos que dar mucho dinero para conservar nuestras franquicias. Una máquina del tiempo es un asunto delicado. Podemos matar inadvertidamente un animal importante, un pajarito, un coleóptero, aun una flor, destruyendo así un eslabón importante en la evolución de las especies.
-No me parece muy claro -dijo Eckels.
-Muy bien -continuó Travis-, digamos que accidentalmente matamos aquí un ratón. Eso significa destruir las futuras familias de este individuo, ¿entiende?
-Entiendo.
-¡Y todas las familias de las familias de ese individuo! Con sólo un pisotón aniquila usted primero uno, luego una docena, luego mil, un millón, ¡un billón de posibles ratones!
-Bueno, ¿y eso qué? -inquirió Eckels.
-¿Eso qué? -gruñó suavemente Travis-. ¿Qué pasa con los zorros que necesitan esos ratones para sobrevivir? Por falta de diez ratones muere un zorro. Por falta de diez zorros, un león muere de hambre. Por falta de un león, especies enteras de insectos, buitres, infinitos billones de formas de vida son arrojadas al caos y la destrucción. Al final todo se reduce a esto: cincuenta y nueve millones de años más tarde, un hombre de las cavernas, uno de la única docena que hay en todo el mundo, sale a cazar un jabalí o un tigre para alimentarse. Pero usted, amigo, ha aplastado con el pie a todos los tigres de esa zona al haber pisado un ratón. Así que el hombre de las cavernas se muere de hambre. Y el hombre de las cavernas, no lo olvide, no es un hombre que pueda desperdiciarse, ¡no! Es toda una futura nación. De él nacerán diez hijos. De ellos nacerán cien hijos, y así hasta llegar a nuestros días. Destruya usted a este hombre, y destruye usted una raza, un pueblo, toda una historia viviente. Es como asesinar a uno de los nietos de Adán. El pie que ha puesto usted sobre el ratón desencadenará así un terremoto, y sus efectos sacudirán nuestra tierra y nuestros destinos a través del tiempo, hasta sus raíces. Con la muerte de ese hombre de las cavernas, un billón de otros hombres no saldrán nunca de la matriz. Quizás Roma no se alce nunca sobre las siete colinas. Quizá Europa sea para siempre un bosque oscuro, y sólo crezca Asia saludable y prolífica. Pise usted un ratón y aplastará las pirámides. Pise un ratón y dejará su huella, como un abismo en la eternidad. La reina Isabel no nacerá nunca, Washington no cruzará el Delaware, nunca habrá un país llamado Estados Unidos. Tenga cuidado. No se salga del Sendero. ¡Nunca pise afuera!
-Ya veo -dijo Eckels-. Ni siquiera debemos pisar la hierba.
-Correcto. Al aplastar ciertas plantas quizá sólo sumemos factores infinitesimales. Pero un pequeño error aquí se multiplicará en sesenta millones de años hasta alcanzar proporciones extraordinarias. Por supuesto, quizá nuestra teoría esté equivocada. Quizá nosotros no podamos cambiar el tiempo. O tal vez sólo pueda cambiarse de modos muy sutiles. Quizá un ratón muerto aquí provoque un desequilibrio entre los insectos de allá, una desproporción en la población más tarde, una mala cosecha luego, una depresión, hambres colectivas, y, finalmente, un cambio en la conducta social de alejados países. O aun algo mucho más sutil. Quizá sólo un suave aliento, un murmullo, un cabello, polen en el aire, un cambio tan, tan leve que uno podría notarlo sólo mirando de muy cerca. ¿Quién lo sabe? ¿Quién puede decir realmente que lo sabe? No nosotros. Nuestra teoría no es más que una hipótesis. Pero mientras no sepamos con seguridad si nuestros viajes por el tiempo pueden terminar en un gran estruendo o en un imperceptible crujido, tenemos que tener mucho cuidado. Esta máquina, este sendero, nuestros cuerpos y nuestras ropas han sido esterilizados, como usted sabe, antes del viaje. Llevamos estos cascos de oxígeno para no introducir nuestras bacterias en una antigua atmósfera.
-¿Cómo sabemos qué animales podemos matar?
-Están marcados con pintura roja -dijo Travis-. Hoy, antes de nuestro viaje, enviamos aquí a Lesperance con la Máquina. Vino a esta Era particular y siguió a ciertos animales.
-¿Para estudiarlos?
-Exactamente -dijo Travis-. Los rastreó a lo largo de toda su existencia, observando cuáles vivían mucho tiempo. Muy pocos. Cuántas veces se acoplaban. Pocas. La vida es breve. Cuando encontraba alguno que iba a morir aplastado por un árbol u otro que se ahogaba en un pozo de alquitrán, anotaba la hora exacta, el minuto y el segundo, y le arrojaba una bomba de pintura que le manchaba de rojo el costado. No podemos equivocarnos. Luego midió nuestra llegada al pasado de modo que no nos encontremos con el monstruo más de dos minutos antes de aquella muerte. De este modo, sólo matamos animales sin futuro, que nunca volverán a acoplarse. ¿Comprende qué cuidadosos somos?
-Pero si ustedes vinieron esta mañana -dijo Eckels ansiosamente-, debían haberse encontrado con nosotros, nuestro safari. ¿Qué ocurrió? ¿Tuvimos éxito? ¿Salimos todos... vivos?
Travis y Lesperance se miraron.
-Eso hubiese sido una paradoja -habló Lesperance-. El tiempo no permite esas confusiones..., un hombre que se encuentra consigo mismo. Cuando va a ocurrir algo parecido, el tiempo se hace a un lado. Como un avión que cae en un pozo de aire. ¿Sintió usted ese salto de la Máquina, poco antes de nuestra llegada? Estábamos cruzándonos con nosotros mismos que volvíamos al futuro. No vimos nada. No hay modo de saber si esta expedición fue un éxito, si cazamos nuestro monstruo, o si todos nosotros, y usted, señor Eckels, salimos con vida.
Eckels sonrió débilmente.
-Dejemos esto -dijo Travis con brusquedad-. ¡Todos de pie! Se prepararon a dejar la Máquina. La jungla era alta y la jungla era ancha y la jungla era todo el mundo para siempre y para siempre. Sonidos como música y sonidos como lonas voladoras llenaban el aire: los pterodáctilos que volaban con cavernosas alas grises, murciélagos gigantescos nacidos del delirio de una noche febril. Eckels, guardando el equilibrio en el estrecho sendero, apuntó con su rifle, bromeando.
-¡No haga eso! -dijo Travis.- ¡No apunte ni siquiera en broma, maldita sea! Si se le dispara el arma...
Eckels enrojeció.
- ¿Dónde está nuestro Tyrannosaurus?
- Lesperance miró su reloj de pulsera.
-Adelante. Nos cruzaremos con él dentro de sesenta segundos. Busque la pintura roja, por Cristo. No dispare hasta que se lo digamos. Quédese en el Sendero. ¡Quédese en el Sendero!
Se adelantaron en el viento de la mañana.
-Qué raro -murmuró Eckels-. Allá delante, a sesenta millones de años, ha pasado el día de elección. Keith es presidente. Todos celebran. Y aquí, ellos no existen aún. Las cosas que nos preocuparon durante meses, toda una vida, no nacieron ni fueron pensadas aún.
-¡Levanten el seguro, todos! -ordenó Travis-. Usted dispare primero, Eckels. Luego, Billings. Luego, Kramer.
-He cazado tigres, jabalíes, búfalos, elefantes, pero esto, Jesús, esto es caza -comentó Eckels -. Tiemblo como un niño.
- Ah -dijo Travis.
-Todos se detuvieron.
Travis alzó una mano.
-Ahí adelante -susurró-. En la niebla. Ahí está Su Alteza Real.
La jungla era ancha y llena de gorjeos, crujidos, murmullos y suspiros. De pronto todo cesó, como si alguien hubiese cerrado una puerta.
Silencio.
El ruido de un trueno.
De la niebla, a cien metros de distancia, salió el Tyrannosaurus rex.
-Jesucristo -murmuró Eckels.
-¡Chist!
Venía a grandes trancos, sobre patas aceitadas y elásticas. Se alzaba diez metros por encima de la mitad de los árboles, un gran dios del mal, apretando las delicadas garras de relojero contra el oleoso pecho de reptil. Cada pata inferior era un pistón, quinientos kilos de huesos blancos, hundidos en gruesas cuerdas de músculos, encerrados en una vaina de piel centelleante y áspera, como la cota de malla de un guerrero terrible. Cada muslo era una tonelada de carne, marfil y acero. Y de la gran caja de aire del torso colgaban los dos brazos delicados, brazos con manos que podían alzar y examinar a los hombres como juguetes, mientras el cuello de serpiente se retorcía sobre sí mismo. Y la cabeza, una tonelada de piedra esculpida que se alzaba fácilmente hacia el cielo, En la boca entreabierta asomaba una cerca de dientes como dagas. Los ojos giraban en las órbitas, ojos vacíos, que nada expresaban, excepto hambre. Cerraba la boca en una mueca de muerte. Corría, y los huesos de la pelvis hacían a un lado árboles y arbustos, y los pies se hundían en la tierra dejando huellas de quince centímetros de profundidad. Corría como si diese unos deslizantes pasos de baile, demasiado erecto y en equilibrio para sus diez toneladas. Entró fatigadamente en el área de sol, y sus hermosas manos de reptil tantearon el aire.
-¡Dios mío! -Eckels torció la boca-. Puede incorporarse y alcanzar la luna.
-¡Chist! -Travis sacudió bruscamente la cabeza-. Todavía no nos vio.
-No es posible matarlo. -Eckels emitió con serenidad este veredicto, como si fuese indiscutible. Había visto la evidencia y ésta era su razonada opinión. El arma en sus manos parecía un rifle de aire comprimido-. Hemos sido unos locos. Esto es imposible.
-¡Cállese! -siseó Travis.
-Una pesadilla.
-Dé media vuelta -ordenó Travis-. Vaya tranquilamente hasta la máquina. Le devolveremos la mitad del dinero.
-No imaginé que sería tan grande -dijo Eckels-. Calculé mal. Eso es todo. Y ahora quiero irme.
-¡Nos vio!
-¡Ahí está la pintura roja en el pecho!
El Lagarto del Trueno se incorporó. Su armadura brilló como mil monedas verdes. Las monedas, embarradas, humeaban. En el barro se movían diminutos insectos, de modo que todo el cuerpo parecía retorcerse y ondular, aun cuando el monstruo mismo no se moviera. El monstruo resopló. Un hedor de carne cruda cruzó la jungla.
-Sáquenme de aquí -pidió Eckels-. Nunca fue como esta vez. Siempre supe que saldría vivo. Tuve buenos guías, buenos safaris, y protección. Esta vez me he equivocado. Me he encontrado con la horma de mi zapato, y lo admito. Esto es demasiado para mí.
-No corra -dijo Lesperance-. Vuélvase. Ocúltese en la Máquina. -Sí.
Eckels parecía aturdido. Se miró los pies como si tratara de moverlos. Lanzó un gruñido de desesperanza.
-¡Eckels!
Eckels dio unos pocos pasos, parpadeando, arrastrando los pies. -¡Por ahí no!
El monstruo, al advertir un movimiento, se lanzó hacia adelante con un grito terrible. En cuatro segundos cubrió cien metros. Los rifles se alzaron y llamearon. De la boca del monstruo salió un torbellino que los envolvió con un olor de barro y sangre vieja. El monstruo rugió con los dientes brillantes al sol.
Eckels, sin mirar atrás, caminó ciegamente hasta el borde del Sendero, con el rifle que le colgaba de los brazos. Salió del Sendero, y caminó, y caminó por la jungla. Los pies se le hundieron en un musgo verde. Lo llevaban las piernas, y se sintió solo y alejado de lo que ocurría atrás.
Los rifles dispararon otra vez. El ruido se perdió en chillidos y truenos. La gran palanca de la cola del reptil se alzó sacudiéndose. Los árboles estallaron en nubes de hojas y ramas. El monstruo retorció sus manos de joyero y las bajó como para acariciar a los hombres, para partirlos en dos, aplastarlos como cerezas, meterlos entre los dientes y en la rugiente garganta. Sus ojos de canto rodado bajaron a la altura de los hombres, que vieron sus propias imágenes. Dispararon sus armas contra las pestañas metálicas y los brillantes iris negros.
Como un ídolo de piedra, como el desprendimiento de una montaña, el Tyrannosaurus cayó. Con un trueno, se abrazó a unos árboles, los arrastró en su caída. Torció y quebró el Sendero de Metal. Los hombres retrocedieron alejándose. El cuerpo golpeó el suelo, diez toneladas de carne fría y piedra. Los rifles dispararon. El monstruo azotó el aire con su cola acorazada, retorció sus mandíbulas de serpiente, y ya no se movió. Una fuente de sangre le brotó de la garganta. En alguna parte, adentro, estalló un saco de fluidos. Unas bocanadas nauseabundas empaparon a los cazadores. Los hombres se quedaron mirándolo, rojos y resplandecientes.
El trueno se apagó.
La jungla estaba en silencio. Luego de la tormenta, una gran paz. Luego de la pesadilla, la mañana.
Billings y Kramer se sentaron en el sendero y vomitaron. Travis y Lesperance, de pie, sosteniendo aún los rifles humeantes, juraban continuamente.
En la Máquina del Tiempo, cara abajo, yacía Eckels, estremeciéndose. Había encontrado el camino de vuelta al Sendero y había subido a la Máquina. Travis se acercó, lanzó una ojeada a Eckels, sacó unos trozos de algodón de una caja metálica y volvió junto a los otros, sentados en el Sendero.
-Límpiense.
Limpiaron la sangre de los cascos. El monstruo yacía como una loma de carne sólida. En su interior uno podía oír los suspiros y murmullos a medida que morían las más lejanas de las cámaras, y los órganos dejaban de funcionar, y los líquidos corrían un último instante de un receptáculo a una cavidad, a una glándula, y todo se cerraba para siempre. Era como estar junto a una locomotora estropeada o una excavadora de vapor en el momento en que se abren las válvulas o se las cierra herméticamente. Los huesos crujían. La propia carne, perdido el equilibrio, cayó como peso muerto sobre los delicados antebrazos, quebrándolos.
Otro crujido. Allá arriba, la gigantesca rama de un árbol se rompió y cayó. Golpeó a la bestia muerta como algo final.
-Ahí está- Lesperance miró su reloj-. Justo a tiempo. Ese es el árbol gigantesco que originalmente debía caer y matar al animal.
Miró a los dos cazadores: ¿Quieren la fotografía trofeo?
-¿Qué?
-No podemos llevar un trofeo al futuro. El cuerpo tiene que quedarse aquí donde hubiese muerto originalmente, de modo que los insectos, los pájaros y las bacterias puedan vivir de él, como estaba previsto. Todo debe mantener su equilibrio. Dejamos el cuerpo. Pero podemos llevar una foto con ustedes al lado.
Los dos hombres trataron de pensar, pero al fin sacudieron la cabeza. Caminaron a lo largo del Sendero de metal. Se dejaron caer de modo cansino en los almohadones de la Máquina. Miraron otra vez el monstruo caído, el monte paralizado, donde unos raros pájaros reptiles y unos insectos dorados trabajaban ya en la humeante armadura.
Un sonido en el piso de la Máquina del Tiempo los endureció. Eckels estaba allí, temblando.
-Lo siento -dijo al fin.
-¡Levántese! -gritó Travis.
Eckels se levantó.
-¡Vaya por ese sendero, solo! -agregó Travis, apuntando con el rifle-. Usted no volverá a la Máquina. ¡Lo dejaremos aquí!
Lesperance tomó a Travis por el brazo. -Espera...
-¡No te metas en esto! -Travis se sacudió apartando la mano-. Este hijo de perra casi nos mata. Pero eso no es bastante. Diablo, no. ¡Sus zapatos! ¡Míralos! Salió del Sendero. ¡Dios mío, estamos arruinados Cristo sabe qué multa nos pondrán. ¡Decenas de miles de dólares! Garantizamos que nadie dejaría el Sendero. Y él lo dejó. ¡Oh, condenado tonto! Tendré que informar al gobierno. Pueden hasta quitarnos la licencia. ¡Dios sabe lo que le ha hecho al tiempo, a la Historia!
-Cálmate. Sólo pisó un poco de barro.
-¿Cómo podemos saberlo? -gritó Travis-. ¡No sabemos nada! ¡Es un condenado misterio! ¡Fuera de aquí, Eckels!
Eckels buscó en su chaqueta.
-Pagaré cualquier cosa. ¡Cien mil dólares!
Travis miró enojado la libreta de cheques de Eckels y escupió.
-Vaya allí. El monstruo está junto al Sendero. Métale los brazos hasta los codos en la boca, y vuelva.
-¡Eso no tiene sentido!
-El monstruo está muerto, cobarde bastardo. ¡Las balas! No podemos dejar aquí las balas. No pertenecen al pasado, pueden cambiar algo. Tome mi cuchillo. ¡Extráigalas!
La jungla estaba viva otra vez, con los viejos temblores y los gritos de los pájaros. Eckels se volvió lentamente a mirar al primitivo vaciadero de basura, la montaña de pesadillas y terror. Luego de un rato, como un sonámbulo, se fue, arrastrando los pies.
Regresó temblando cinco minutos más tarde, con los brazos empapados y rojos hasta los codos. Extendió las manos. En cada una había un montón de balas. Luego cayó. Se quedó allí, en el suelo, sin moverse.
-No había por qué obligarlo a eso - dijo Lesperance.
-¿No? Es demasiado pronto para saberlo. -Travis tocó con el pie el cuerpo inmóvil.
-Vivirá. La próxima vez no buscará cazas como ésta. Muy bien. -Le hizo una fatigada seña con el pulgar a Lesperance-. Enciende. Volvamos a casa. 1492. 1776. 1812.
Se limpiaron las caras y manos. Se cambiaron las camisas y pantalones. Eckels se había incorporado y se paseaba sin hablar. Travis lo miró furiosamente durante diez minutos.
-No me mire -gritó Eckels-. No hice nada.
-¿Quién puede decirlo?
-Salí del sendero, eso es todo; traje un poco de barro en los zapatos. ¿Qué quiere que haga? ¿Que me arrodille y rece?
-Quizá lo necesitemos. Se lo advierto, Eckels. Todavía puedo matarlo. Tengo listo el fusil.
-Soy inocente. ¡No he hecho nada!
1999, 2000, 2055.
La máquina se detuvo.
-Afuera -dijo Travis.
El cuarto estaba como lo habían dejado. Pero no de modo tan preciso. El mismo hombre estaba sentado detrás del mismo escritorio. Pero no exactamente el mismo hombre detrás del mismo escritorio.
Travis miró alrededor con rapidez.
-¿Todo bien aquí? -estalló.
-Muy bien. ¡Bienvenidos!
Travis no se sintió tranquilo. Parecía estudiar hasta los átomos del aire, el modo como entraba la luz del sol por la única ventana alta.
-Muy bien, Eckels, puede salir. No vuelva nunca.
Eckels no se movió.
-¿No me ha oído? -dijo Travis-. ¿Qué mira?
Eckels olía el aire, y había algo en el aire, una sustancia química tan sutil, tan leve, que sólo el débil grito de sus sentidos subliminales le advertía que estaba allí. Los colores blanco, gris, azul, anaranjado, de las paredes, del mobiliario, del cielo más allá de la ventana, eran... eran... Y había una sensación. Se estremeció. Le temblaron las manos. Se quedó oliendo aquel elemento raro con todos los poros del cuerpo. En alguna parte alguien debía de estar tocando uno de esos silbatos que sólo pueden oír los perros. Su cuerpo respondió con un grito silencioso. Más allá de este cuarto, más allá de esta pared, más allá de este hombre que no era exactamente el mismo hombre detrás del mismo escritorio..., se extendía todo un mundo de calles y gente. Qué suerte de mundo era ahora, no se podía saber. Podía sentirlos cómo se movían, más allá de los muros, casi, como piezas de ajedrez que arrastraban un viento seco...
Pero había algo más inmediato. El anuncio pintado en la pared de la oficina, el mismo anuncio que había leído aquel mismo día al entrar allí por vez primera.
De algún modo el anuncio había cambiado.


SEFARI EN EL TIEMPO. S. A. SEFARIS A KUALKUIER AÑO DEL PASADO USTE NOMBRA EL ANIMAL NOSOTROS LO LLEBAMOS AYI. USTE LO MATA.


Eckels sintió que caía en una silla. Tanteó insensatamente el grueso barro de sus botas. Sacó un trozo, temblando.
-No, no puede ser. Algo tan pequeño. No puede ser. ¡No!
Hundida en el barro, brillante, verde, y dorada, y negra, había una mariposa, muy hermosa y muy muerta.
-¡No algo tan pequeño! ¡No una mariposa! -gritó Eckels.
Cayó al suelo una cosa exquisita, una cosa pequeña que podía destruir todos los equilibrios, derribando primero la línea de un pequeño dominó, y luego de un gran dominó, y luego de un gigantesco dominó, a lo largo de los años, a través del tiempo. La mente de Eckels giró sobre si misma. La mariposa no podía cambiar las cosas. Matar una mariposa no podía ser tan importante. ¿Podía?
Tenía el rostro helado. Preguntó, temblándole la boca:
- ¿Quién... quién ganó la elección presidencial ayer?
El hombre detrás del mostrador se rió.
-¿Se burla de mí? Lo sabe muy bien. ¡Deutscher, por supuesto! No ese condenado debilucho de Keith. Tenemos un hombre fuerte ahora, un hombre de agallas. ¡Sí, señor! -El oficial calló-. ¿Qué pasa?
Eckels gimió. Cayó de rodillas. Recogió la mariposa dorada con dedos temblorosos.
-¿No podríamos -se preguntó a sí mismo, le preguntó al mundo, a los oficiales, a la Máquina,- no podríamos llevarla allá, no podríamos hacerla vivir otra vez? ¿No podríamos empezar de nuevo? ¿No podríamos...?
No se movió. Con los ojos cerrados, esperó estremeciéndose. Oyó que Travis gritaba; oyó que Travis preparaba el rifle, alzaba el seguro, y apuntaba.
El ruido de un trueno.


21/11/08

"¿Donde Estabas Tú?"

Aca algo desde adentro... es de Pedro Lemebel



¿DONDE ESTABAS TU?
Y si te han contado que todo era maravilloso, pendejo, que todos ibamos al Omnium a tomar un coctel con la chasquilla enlacada y usabamos esa ropa estupida que salia en los comerciales. Si te han dicho que esa epoca fue la mas taquillera en esteticas del ropaje, que las nenas eran iguales a la Bolocco con las hombreras Farrah Fawcett, que los chicos bailaban Jackson y Depeche Mode en la disco no se cuanto del barrio alto y se juntaban en el Apumanque a tirar pinta con sus blujines nevados. Que se veian una y otra vez tal pelicula gringa y amabamos "Los Angeles de Charlie". Que todos eramos imbeciles, rubiecitos y danzabamos al compas de las botas. No te la creas pendejo. Porque habia otro Chile, ochentista y allendista, donde ser artesa era buena onda, donde usar lana peruana era disidente y decente, donde oler a pachuli y colorearnos de lila era una contraseña.Porque teniamos que contrarestar a esa patota famosa de la tele miliquera. Entonces, bienvenidos los hippies lanas y las ferias artesanales donde sonaba Silvio, bajito, despacito.Bienvenida la ropa hindu y el pelo largo, bien largo, hasta la cintura, como lo soñaba en mi utopia ochentista.Y fumabamos caños de Los Andes escondidos de los pacos y nos sentiamos protestando por esa mierda chilenosa que a otros gustaba tanto. Tambien estaba el rock. Antes de los Prisioneros siempre estuvo el rock, sobreviviendo a la dictadura bajo las piedras. Por alla Tumulto o Arena Movediza y su rabioso metal zeppelin, replicando disidente en la disco Klimax, de Alameda abajo. Aun no se armaba la contracultura del underground matucanero. Apenas unos cuantos poetas beatnik leyendo sus versos en peñas oscuras. Alli viviamos la pequeña patria proscrita con toda su llorosa y setentona emocion. Y que ademas, los otros estaban Plaza Italia arriba, en derechotas fiestas de trastoque. A ellos no les pasaba nada, no andaban con el poto a dos manos pegando afiches de Neruda. Tampoco bajaban del Bowling porque le tenian asco al pueblo lana que se armaba de molotov en alguna universidad con los ojos rojos de vino en caja. Asi fue, viejo pituquin que ahora quieres instalar tu ochentero recuerdo eunuco, fome y sin causa.Los ochenta comenzaron de abajo, como murmullo de quenas y guitarras tristes. No habia nada que celebrar en esa escena de crimenes y torturas. No habia nada que festejar bajo la pista iluminada del show pinochetero de Don Francisco. Era un pais agrio, amordazado y timido, que veia en la pantalla al acartonado Maluenda vitoriando a sus fuerzas armadas en el show de la una. El viejo hipocrita Maluenda, animador de la cueca uniformada. El mismo que aparece hoy en la pelicula "Tony Manero", casi homenajeado por el director de su remember infantil. Puaj, vomito de copihues era la patria por entonces. ¿Donde estabas tu?, cantaban Los Jaivas, y hoy te pregunto lo mismo directorcito. "Donde estabas tu". Ni aunque hagas mil peliculas de la dictadura se nos olvidara esa cancion. "Donde estabas tu". Hay algo que no viviste, rubiecito, y es tarde para las explicaciones cinematograficas. La memoria es un caracol que se cierra en su concha inexcusable. Ocurrio tal cual, nosotros aqui y ustedes alla, como si no existiera la tirania. Siempre de jarana burbujeando en Tom Collins, en el pub Casamila, en la disco Hollywood y toda esa mierda jubilosa. Nosotros eramos amargos y teniamos susto. Tambien bailabamos, nos volabamos, y a veces estabamos contentos pero con pica. Movilizadamente iracundos. La onda disco sonaba en las radios y en las peñas el canto nuevo.Llegaron los ochenta como un cometa ardiendo la batalla campal, la primera protesta, la movilizacion estudiantil, a desentumir el miedo, mierda. Tambien habia rock, siempre hubo rock y verde macoña urgente. En la tele los señoritos se hacian los rebeldes bailando a Scaramelli, Juan Antonio Labra, Andrea Tessa y otros jamones podridos que mejor no recordar. "Detras de las paredes", guitarreaba un chascon y en un cassette carreteado respiraba Violeta. Asi fueron los comienzos de una decada inolvidable por su contorsion politica. Una decada que estrenaba sus rabias en aquel blindado amanecer.



Pedro Lemebel

28/10/08

No hay mas?

Fue lo unico que se me ocurrió cuando vi la "oferta" de candidatos en La Florida, este domingo pasado... me hubiese gustado ser mas ingenioso, haber dado que pensar a los apoderados de mesa y todas esas personas que se encargan de contar los votos, y los que se pelean los objetados...

Existe un pacto, pero mas bien son migajas, o sea, un "mira te vamos a hacer el favor de dar un lugar en esta comuna -(pensado) ya que no tenemos ni la mas minima intencion de cambiar el sistema binominal jejeje- asi creamos democracia, representatividad y que nadie diga que no hay diversidad aqui"
me dio entre pena y rabia ver solo a esos dos candidatos, aparte de que el solo hecho de ver a ese ignorante de Hasbun como candidato me avinagró la jornada... el otro, dn Venegas, (sí, el de la tele!!!) sigue el camino mil veces tomado por ilustres personajes, que han pasado de la television o el cine a la política... solo hay que recordar nombres tan respetables como Ronald Reagan, Arnold Schwarzenegger, Ramón farías, PATO LAGUNA!!!
algo nos dice esto de la "seriedad " de nuestro sistema de elecciones...

Bueno, y respondiendome, ¿Hay mas?, sí que lo hay, hay alternativa... por algo no quieren que este ahi, por algo la esconden y le niegan los espacios en los medios...


Anular o mostrar publicamente un voto nulo no es un delito...

es mas bien la única manera que nos queda de decir basta a esta absurda estupidez

23/9/08

Father and Son


Hoy, sentado en el auto que te lleva al jardín, me miraste un momento. Yo, desde afuera, sonreí y levanté mi mano alegremente, en un gesto que pretendía transmitirte seguridad... creo que no lo conseguí, porque tus ojitos preguntones parecían decir ¿porqué tengo que irme? ¿porqué me dejas aquí Papá?...

Cuando el auto partió, y lo vi alejarse, me quedé un rato parado en la calle, con la mirada de tus ojos, preguntándome una y mil veces si he sido y si voy a poder ser un buen papá para tí. Rayos, otra vez el problema, otra vez me replanteo frente a lo poco que creo en mi... Pero créeme, yo soy muy lejano a la perfección... me equivoco mucho mas de lo que quisiera...

Pequeño, que ganas tengo de abrazarte, de hacerte dormir, aunque estes mañoso, aunque lo unico que quieras es ver a tu mamá... aunque me pidas una y otra vez meterte al computador a jugar el autito o las escaleras o el monito que salta... y grites y patalees por tus peticiones.. jaja, solo quiero que estés bien, y que seas por lo menos feliz entre tantas cosas que pasan hoy, entre tanta barbarie, entre tanta estupidez, entre tanta rutina y mal entendidos de la gente grande...

Sin duda te escribire mas, quizás para que después leas esto y veas que al final solo quiero tu felicidad... y para que veas que todos mis errores son de principiante, pero que trato de hacerlo lo mejor posible, así como tu abuelo me crió, siempre feliz, siempre ahí.


Esta es una cancion que me gusta mucho y que me hce querer ser pequeño otra vez y poder abrazar a mi papá así como ahora lo haces tu...
Cat Stevens - Father and Son (padre e hijo)




Padre:
No es tiempo de hacer un cambio,
Relájate, tranquilízate.
Todavía eres joven, ese es tu defecto,
Hay tanto q tienes q saber.
Encuentra una chica, sienta cabeza
Si quieres puedes casarte
Mírame, soy viejo, pero soy feliz.
Una vez yo fui como eres ahora,
y se que no es fácil estar tranquilo
cuando has encontrado algo que esta pasando
Pero tomate tu tiempo, piensa mucho,
Piensa en todo lo que has obtenido
Por ti estarás aquí mañana, pero tus sueños probablemente no.

Hijo:
¿Como puedo tratar de explicar, cuando hago y el lo rechaza de Nuevo?
Siempre ha sido lo mismo, la misma vieja historia.
Desde el momento que pude hablar estaba mandado a escuchar.
Ahora hay un camino y se que tengo que irme.
Se que tengo que irme.

Padre:
No es tiempo de hacer un cambio,
Relájate, tranquilízate.
Todavía eres joven, ese es tu defecto,
Hay tanto q tienes q saber.
Encuentra una chica, sienta cabeza
Si quieres puedes casarte
Mírame, soy viejo, pero soy feliz.

Hijo:
Todo el tiempo que llore, guardando todo lo que se dentro,
Es difícil, pero más difícil ignorarlo
Si ellos tenían razón, estoy de acuerdo, pero ellos no me conocen.
Ahora hay un camino y se que tengo q irme.
Se que tengo que irme
Se que tengo que irme.






Te amo Hijo mío.




20/8/08

Hacer Musica...



Dicen que es el acto supremo... el crear... como dice mi profe de teoría, un acto que nos acerca un poco a la divinidad... pero, ¿para qué es todo esto? ¿por qué uno se arriesga en esos mares desconocidos?, em definitiva, ¿por qué hacer música?, gusto personal, sacarse un peso de encima, desahogarse de tanta basura que te tiran día a día, expresar las ideas, hacer feliz a la gente, divertir a los que pasan, ser la musica ambient de algunas conversaciones, buscar chicas (o chicos), figurar, querer que te miren, denunciar, cambiar el estado de las cosas, etc etc etc...

Las razones son tan variadas como personas puede haber.

Y a esta actividad no escapan tambien los típicos vicios de nuestra sociedad, la envidia, el chaqueteo, la crítica destructiva, las burlas, el querer pretender que esta persona haga esto y no lo otro...

... yo no canto por cantar, ni por tener buena voz..." decia hace algunas decadas Victor Jara, con esa conviccion y profundidad de los que siguen sus camino ajenos a la mezquindad y la mediocridad del ambiente musical chileno, porque digámoslo así, No hay una "escena musical chilena", definida como un espacio permanente en radios prensa y television, aparte de los esfuerzos como Radio uno, La perla del dial, o revistas como Rockaxis o la importada Rolling Stone... aparte de esto, ¿qué hay?...

Tenemos miles y miles de musicos, cantantes, bandas, proyectos de musica, es cosa de ir a cualquier comuna y preguntar en el departamento de cultura de la municipalidad cuantas bandas tienen o cuantas han dejado su demo para ser escuchadas... y les digo, esa cifra no se acercará ni siquiera al 10 por ciento de las que realmente existen... ya sea esten equipados o no, toquen covers o temas propios, sean de uno o 15 integrantes... tengan la guitarra Gibson de Angus Young o la maxtone de tercera mano... miles y miles, expresando, creando, haciendo dia dia, sus historias de esfuerzo, de juntarse una tarde, armar los equipos, en un living de casa, patio, sede vecinal, capilla,, y meter bulla hasta que los vecinos tiren piedras o llamen a los pacos... de hacer demos, grabando con radios, pendrives, computador, estudios o salas de ensayo, y llevar dichos demos a alguna parte, a algun concurso, a alguna radio... de que te inviten a tokatas que queden a la chucha de la loma y tengas que cargar tus cosas en la micro, en un taxi, y con mucha suerte, en al auto de alguno de los integrantes (y típico que con los fierros de la batería te pitees la pintura o el tapizado del cacharro)... de presentarte en los mas diversos escenarios, algunos que se caen a pedazos donde no se puede saltar por temor a caer del mismo, frente a 50 personas, 49 de las cuales quieren que te bajes pronto para poder seguir jugando el bingo, para seguir comiendo el plato unico bailable, o que quieren escuchar reggaeton... con el sonido pésimo, la voz no se escucha, la bateria se come a la guitarra y el bajo, los sonidistas no entienden lo que quieres o no pueden simplemente subir los levels de los equippos que a veces no pasan de ser radios enchufadas a cabezales de 100W que se queman en los primeros acordes...

Como hace algunos años Los Prisioneros decían, ironizando sobre la condicion de musicos con (se supone) pocos recursos y poco talento, criticados por gente que en verdad no desea que algunos discuursos no sean escuchados "Somos sólo ruido"





si algo nos conforma, es que ellos no tienen idea...

Era difícil en esa època, dictadura y protestas, mentiras en television, auspiciadas por los reporteros y periodistas, esos que nunca han pedido perdon ni han querido reparar el error de avalar los crímemes...censura a los que querian dar un discurso, una escena plagada de bandas que no pasaron de la primera cancion... Una época que hoy con la mirada nostalgica de los que jugaron atari y veian canal 5 an las tardes, se transaforma en "los buenos tiempos", la epoca "gloriosa" del rock latino...

Pero no nos engañemos

Nuestra epoca, nuestro día a día, hoy es, tomando en cuenta que ahora no hay (o no parece haber) una política de estado tendiente a exterminar disidentes... esta època es mucho mas terrible a mi parecer que la que hubo en esos años... donde al menos se luchaba por derribar algo, por conseguir la democracia, por recuperar las grandes alamedas, la libertad... ¿existe algo de eso hoy?, ¿se puede ocupar el libre espacio para decir "ESTO NO ESTA BIEN" sin que toda la fuerza de un gobierno y sus dudosas leyes (como la que promulgaron secretamente que habia que pedir permiso para marchar), y los carabineros, armados, con su espectacular y televisivo-heroico despliegue, se lancen contra los terroristas manifestantes, esos descontentos de siempre que nunca se conforman con nada.. ¿por qué no quedarse en casa y ver megavision todo el día?

Hoy hacer música es mucho mas complicado, ahora que no s cree en nada ni en nadie, y donde los mismos musicos se tiran para abajo, con las mezquindades, con los "debieras ser"... no existe una unidad, Un concurso de bandas se transforma en un reality, una parodia absurda de la escena, donde los "que saben" aconsejan y guían a los "jovenes musicos" promesas que necesitan ser moldeados, no vaya a ser que nos salgan chúcaros y comiencen a decir algo feo por tv... no se les ocurra mencionar "el estado miserable en el que estas", como decia el profesor Villalobos a la "sùper alumna" que no lo pescaba, alla en el Norte...
Entonces ¿Porqué no ser un poco mas solidarios entre nosotros mismos? qué acaso tememos perder nuestro sitial de "banda emergergente que esta apunto de saltar a la fama"? o quizas en el fondo, sí se quieren adoptar las politicas oficiales, si es quie existe algo como eso, porque ni eso se ve hoy día, no hay musica para divertirse, no encontraras a tu banda favorita tocando el ultimo tema bailable, porque hasta eso es reemplazado por los ritmos foráneos, con su bombardeo de ritmo-ritmo, unido con letras sexuales, videos calientes, y un modo de vida exitoso donde las "perras" estan a tu disposicion para "perrear"... hey hey, nada de esto es coincidencia, matar el coeficiente intelectual de la poblacion es una tarea ardua, pero efectiva, y si es con la música que escuchas todos los días, mejor...

¿por qué hechar abajo al que viene detras de tí? Acaso esto no es mas detestable que el hecho de quizas no hacer critica social en los temas?, el extremismo musical es tan malo como las armas que algunos locos quieren sacar a la calle para combatir a carabineros (aunque, a veces pensemos que se lo merecen)... en fin, quizas es muy tonto pensar que puede haber "diversidad" (entendiendo esta palabra como unu respeto verdadero a lo que el otro hace)...

Son tiempos difíciles, pero lo seran aun mas si no se tiene claro por qué hacemos lo que hacemos, si al final de cuentas, seguimos en nuestra isla intocable.. o si bien si quieres adoptar ese camino, bien por tí, pero no critiques al que no está en la misma parada que tu...

Quizás nos haga bien a todos lavarnos un poco las orejas y escuchar, y tratar de entender lo que el otro quiere decirnos con su música, que puede estar mal tocada, mal cantada y con mal sonido, pero que quizas encierra una verdad, quizas podamos descubrir algo nuevo, algo que quizas sirva para cambiarnos a todos y hacernos mejores...

(eso si sonó cliché, exactamente como los que critican quieren que suene para poder tener de qué hablar)

Ya no escribo mas por hoy, saludos a todos, especialmente a Lorena


Quique

5/8/08

Soy Profesor...

Así... es verdaderamente extraño que después de haber creado este blog, y haber posteado acerca de mi nueva cesantía... ese mismo día, me atreví a llamar a un colegio para hacer un reemplazo... Yo, aún sin título ni nada que diga que soy "un profesional"... Por que digámoslo, es difícil la vida de los que salen con su cartón de la Universidad, en los colegios abundan los pitutos y las movidas... Por eso es aún más extraño que me hayan aceptado.. Sí, soy el Profe de Música, algo que por muchos años he perseguido... He tenido que vencer mis temores y enfrentarme a los chicos, 45 por sala esperando a ver qué cosa novedosa puedo llevarles, con qué los puedo sorprender, y el resultado no ha sido tan malo... He sobrevivido a estos primeros días y empiezo a pensar que aparte del yo músico, hay un yo que desea que todo este amor por la muúsica se transmita, se manifieste en ellos, de la misma manera en que se manifestó en mí...
El reemplazo terminará, y ya estoy empezando a sentir el tremendo vacío, lo que indica que de alguna u otra manera, ya no soy el mismo, he avanzado otro pequeño paso, puedo mirar un poco mas de frente sin avergonzarme de lo que soy o de las cosas que no hice, por mientras, prepararé clases y me animaré a buscar mas pegas en colegios... Claro que lo puedo hacer, Soy Profe, no?

29/7/08

Cesar de cesar, bienvenida cesantía



Santiago amanece en su precaria rutina cargada de ilogicas acciones, su gente que se traslada desde la lejana periferia a lo alto, donde ejerceran los diversos estilos de la nueva esclavitud... Aseadores, nanas, reponedores, repartidores, juniors... la "gente de servicio" que debe empaparse del espíritu de su empleador para siempre dar "la mejor atención al cliente"... linda sonrisa, nada de penas ni de angustias por no alcanzarte la plata para fin de mes, por tener que aguantar la tortura diaria de la locomoción colectiva, por ver como tus barrios son consumidos por los que consumen... Droga, tarjetas de credito, electrodomesticos... la gente se esclaviza dia a dia para parar la olla, para dar el sustento a los hijos, y de vez en cuando, darse algunos "lujos" como ir a "recrearse" a los malls, el cine, el patio de comidas... Ahí caminarán, con las ropas de liquidacion, los niños pidiendo helados, admirando el ultimo celular con cámara y mp3, "vitrineando", y si se tiene algo de suerte, reventar la tarjeta en nuevos adminículos para el hogar.
Cesantía esta mañana de martes, el estancamiento que me lleva a escribir hoy...mucho frío y un sol que un no alcanza a calentar los ánimos.
Cesantía... cesar... supone un tiempo de instrospección?, reflexion que me llevará a prepararme sicológicamente para enfrentarme a un nuevo empleador... a las nuevas dificultades laborales... pero hoy no.


Hoy sólo cesare de escribir, arreglare la configuracion de este espacio y mañana o pasado seguiré.